Un biosensor es un instrumento para la medición de parámetros biológicos o químicos, un ejemplo común de este tipo de aparatos son los glucómetros.
El propósito de los investigadores del Laboratorio Nacional de Soluciones Biomiméticas para Diagnóstico y Terapia (Lansbiodyt), de la Facultad de Ciencias (FC), encabezados por Tatiana Fiordelisio y Mathieu Hautefeuille, es que una mayor cantidad de personas puedan realizarse la prueba para determinar si padecen COVID-19, facilitar el acceso al diagnóstico, ofrecería la posibilidad de tratar oportunamente a los pacientes y evitar contagios mayores.
Los 28 expertos llevan ya, más de 4 años trabajando en el biosensor, que permitirá realizar 43 pruebas con resultados en 90 minutos, por $300.00 pesos; un costo aún más económico de los $1500 o $2000 que cuestan otras pruebas, además, no se requieren lectores adicionales, ni infraestructura sofisticada. Se trata de una alternativa al costoso y más tardado, proceso de reacción en cadena de la Polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés). La patente se encuentra registrada en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) y debido a su versatilidad y ante la pandemia por Covid-19 decidieron trabajar la misma línea en un biosensor para detectar este coronavirus sin necesidad de costos elevados.
Para realizar el diagnóstico, se obtiene una muestra de la nariz o la boca del paciente, una solución comercial compuesta por cloroformo y otros solventes, y en ese momento el virus quedaría inactivo, lo que significa una ventaja que permitiría transportar la muestra a otro lado sin peligro de contagio.
Se planea ya, un dispositivo “point of care” dentro de una segunda fase, para la cual se requiere una inversión de 10 millones de pesos y sería un dispositivo médico tan pequeño, como una prueba de embarazo o un glucómetro, lo que haría que fuera de acceso universal. El biosensor hace una detección específica del virus, con una carga viral menor, lo que se traduce en un diagnóstico temprano y oportuno, a diferencia de las pruebas rápidas que se utilizan para COVID-19, que detectan la cantidad de anticuerpos IgM e Igs; es decir, diagnostican una infección en etapas más avanzadas, cuando el paciente ya desarrolló anticuerpos, pero no detectan al virus ni al material genético. “Procuramos un sensor con especificidad, cuyo uso sea fácil y barato, además de que pueda llevarse a lugares donde no haya hospitales ni laboratorios clínicos”. El biosensor funciona a través del uso de perlas magnéticas que utilizan una especie de “cañas de pescar” para lograr unir sondas de ADN (ácido desoxirribonucleico), que son complementarias al genoma que se quiere medir, y la medición de estas sondas proporciona una señal de cuántos virus hay en una muestra.
Este proyecto se encuentra en fase de validación ante el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos* (Indre) y en pruebas de distintos lectores para determinar carga viral.
Otras universidades públicas del país, como el Instituto Politécnico Nacional, trabajan también en el desarrollo de pruebas de diagnóstico para coronavirus a bajo costo.