Recientemente, un equipo de investigadores ha dado un paso importante en el campo de la tecnología asistencial con el desarrollo de una tecnología de interacción ojo-computadora basada en generadores nanotriboeléctricos (TENGs). Esta tecnología, que se integra en dispositivos como gafas o sensores colocados en la piel, es capaz de detectar movimientos oculares finos y generar energía a partir de la fricción creada por estos movimientos.
El funcionamiento de los TENGs se basa en el principio de la triboelectricidad, es decir, la electricidad generada por la fricción entre dos materiales diferentes. Al integrar estos generadores en dispositivos que se colocan cerca de los ojos, se pueden captar los movimientos oculares sutiles y convertirlos en señales eléctricas. Esta capacidad abre un mundo de posibilidades en la asistencia a personas con discapacidades motoras severas, permitiéndoles controlar interfaces de computadora o comunicarse de maneras que antes eran imposibles.
El estudio demostró que esta tecnología no solo es altamente sensible y precisa, sino que también es autónoma desde el punto de vista energético, lo que la hace ideal para aplicaciones a largo plazo y en diferentes entornos, incluidos los médicos.
Tecnologías similares han sido exploradas en el pasado, como los sistemas de seguimiento ocular usados en la investigación neurológica y en la asistencia a personas con discapacidades. Sin embargo, la integración de TENGs representa un avance sustancial debido a su auto-suficiencia energética y su potencial para ser utilizado en una variedad más amplia de aplicaciones.
En el contexto médico, estos dispositivos podrían integrarse en sistemas para monitorear pacientes en unidades de cuidados intensivos, o incluso en la rehabilitación de pacientes con enfermedades neurológicas que afectan el control motor. Su capacidad para detectar movimientos sutiles y convertirlos en acciones controlables también abre nuevas vías en el campo de la realidad aumentada y las interfaces de usuario adaptativas.
Este desarrollo es un ejemplo de cómo la ingeniería y la biotecnología pueden converger para crear soluciones que mejoran la calidad de vida y expanden las capacidades humanas, marcando un paso adelante en la intersección de la tecnología y la medicina.