“Algo que amo de de la tecnología es la posibilidad de crear cambios y tener un impacto”, con este pensamiento, en el año 2014, Samantha Payne se unió a Joel Gibbard en un proyecto que produce prótesis de brazo funcionales, de código abierto, a bajo costo. Payne, es cofundadora de Open bionics, empresa de robótica que desarrolla tecnologías de asistencia, que potencian el cuerpo humano, se trata de tecnología basada en impresiones en 3D, los materiales son ligeros, avanzados, de multiagarre. El primer trabajo realizado, fue co-diseñado por el usuario. “Si tienes que usar una pieza robótica en tu cuerpo todos los días, básicamente tienes que amarla, debe reflejar quién eres y representarte”.
Samantha Payne aborda ideas que algunas personas podrían considerar imposibles, su objetivo, es crear tecnologías que permitan a las personas sentirse bien, pero sobre todo, empoderadas. Payne y Gibbard se desafiaron a sí mismos respecto a lo que se espera debe ser y verse una extremidad biónica. Para lograrlo, platicaron con personas que habían sufrido amputaciones, preguntándoles cómo les gustaría que luciera su brazo, sorprendentemente, ninguna persona pidió una mano que se viera como una mano humana, porque entonces, implicaría tener que “encajar”, las manos robóticas que crearon, ofrecen la posibilidad de animar a los usuarios a utilizarlas, con diseños tan increíbles, que parecen obtenidas de un mundo de ciencia ficción, como superhéroes.
En un mundo donde una discapacidad hace que las personas se oculten o traten de disimularla, Open bionics, la resalta, hace que los usuarios se sientan orgullosos y que además, traten de realizar nuevos retos con sus nuevos brazos, son personalizados, ninguno es igual al otro.
Payne, se adentró en el mundo de la tecnología alrededor de los 15 años. Estudió y creció en el Knowle West Media Centre, un centro de arte y organización benéfica, ubicado en el sur de Bristol, lugar que a recibe personas de diferentes orígenes para desarrollar nuevas tecnologías y lograr un cambio social positivo, además de encontrar soluciones creativas por medio de las artes. Cuando Payne llegó al centro, no contaba con ninguna formación tecnológica, pero le permitieron desarrollar sus primeros modelos y prototipos, reconoce el reto que significó crecer ahí. Esa oportunidad, se ha visto reflejada ahora en Open bionics, Payne, se considera una mujer rebelde, consciente del potencial de todas las personas y de las oportunidades que no gozan todas las personas. Así que decidió tomar una tecnología que usualmente resulta costosa y exclusiva, para hacerla democrática, asequible y no continuar el juego de los costosos modelos de prótesis que actualmente se ofrecen en el mercado.
Recientemente Open Bionics, realizó un acuerdo con 600 clínicas de Estados Unidos, Payne y Gibbard se adentran a un mundo nuevo, con los miedos naturales que implica el crecimiento de su proyecto, pero que ocupan para ser lo suficientemente ambiciosos y crecer, como hasta ahora lo han hecho. Es un dispositivo médico que no tiene igual, pero que ofrece la posibilidad de cambiar la vida de miles de personas alrededor del mundo.