Cuando hablamos de interacciones entre empresas de tecnología médica y médicos, no es ningún secreto que puede haber dinero de por medio. Muchos médicos reciben honorarios de consultoría u otra compensación en especie, como comidas y alojamiento, de los representantes de la industria que trabajan con ellos. La parte sorprendente es que, si bien este problema es ampliamente conocido, no se ha explorado ampliamente.
De hecho, ha habido muy poca investigación sobre los pagos de las empresas de dispositivos a los médicos, aunque un fenómeno similar, los pagos de las empresas farmacéuticas a los médicos, ha sido objeto de escrutinio durante mucho tiempo. No sabemos exactamente cómo estas relaciones financieras afectan los productos que se eligen, y mucho menos cómo afectan la atención al paciente.
Se trata de un asunto donde la ética del profesional de la salud, juega un papel determinante, tampoco es posible asegurar que “todos” los médicos reciben algún tipo de beneficio cuando recomiendan el uso de cierto dispositivo, pues básicamente, se confía en que se recomienda aquél que el médico conoce y prefiere dependiendo de los beneficios que recibe el paciente.
Tan solo en Estados Unidos, según un documento realizado por investigadores en Pensilvania y Nueva York, se encontró que las empresas estadounidenses de dispositivos médicos gastaron $3,62 mil millones USD entre 2014 y 2017 en pagos médicos, en comparación con $ 3,28 mil millones USD de las empresas farmacéuticas.
Aunque la diferencia parece pequeña, la verdadera historia aquí es que las empresas de tecnología médica gastaron siete veces más como proporción de los ingresos totales. Alrededor del 1,7% de los ingresos totales de la industria se destinaron a pagos médicos, en comparación con el 0.24% de los ingresos farmacéuticos.
El Estado también tiene una responsabilidad en el tema. Cuando el Estado tiene una intervención restringida, suele fungir como intermediario entre los intereses de la profesión y las instituciones sanitarias y, en general, busca establecer una relación equilibrada entre los grupos en conflicto, sin necesariamente manifestar preferencias. La atención a la salud es una actividad compleja y delicada. Para otorgarla de manera eficiente y con calidad, se requiere que los recursos financieros, tecnológicos, administrativos y humanos con los que cuentan los sistemas sanitarios, se encuentren plenamente coordinados a fin de aprovecharlos donde y cuando se requieran. En consecuencia, es enorme la cantidad de elementos que deben controlarse para poder brindar de manera apropiada la atención a la salud. Uno de los aspectos específicos que en los sistemas de salud de casi todos los países se maneja con especial cuidado, es la remuneración a los médicos.
Como consecuencia de la mayor complejidad de la tecnología sanitaria y de los sistemas organizacionales, así como de la participación cada vez más amplia del sector público en los servicios de salud, es en el siglo XX cuando el tema del mecanismo de pago a los médicos adquiere gran relevancia.
En términos de la especialidad médica, los médicos con especialidades quirúrgicas (especialmente neurocirujanos y cirujanos ortopédicos) son los más propensos a recibir pagos de las empresas de dispositivos, mientras que los dermatólogos y psiquiatras eran los menos propensos.
En el lado positivo, el médico obtiene información y se encuentra familiarizado con determinado dispositivo, en el lado negativo, puede haber persuasión para elegir el dispositivo de mi empresa, incluso si no es el dispositivo de mejor valor.
Otra línea de cuestionamientos es ¿cuál es el vínculo entre pagos e innovación? ¿Estamos viendo más y mejores productos en el panorama de la tecnología médica porque existen estas relaciones financieras?
Son muchos factores los que alimentan y fortalecen el lado negativo: interacción inapropiada entre los usuarios y el dispositivo, excesiva variedad de marcas y modelos, alarmas mal configuradas, demasiado ruido de las alarmas, datos ingresados de forma incompleta, malas técnicas de reprocesamiento y limpieza, reuso irresponsable, inadecuado mantenimiento, la gestión deficiente de las bajas y retiradas. La capacitación, información, ética y participación de todos los actores, deben unirse para continuar otorgando excelencia en salud para la población en general.