Hoy en día, pensar en el quehacer médico sin dispositivos médicos, resulta imposible, tan poco probable, como visualizar un hospital o consultorio médico sin jeringas. Las jeringas, son dispositivos médicos que garantizan la administración de fármacos inyectables, de uso tan cotidiano que todos sabemos que la manera más rápida de tratar un cuadro de infección por gripe son las inyecciones. Sin embargo, estos dispositivos, no siempre han sido así, antes de su invención, la vía de administración era rectal o vaginal, en su caso.
En 1844 el irlandés Francis Rynd inventó una jeringa para inyectar líquido a sus pacientes, las primeras estaban hechas de metal, luego de cristal y finalmente en 1956, salieron las jeringas plásticas pensadas para animales que además, contenían una vacuna; no tuvieron éxito y fue hasta que una empresa estadounidense retomó la idea y lanzó al mercado las jeringas plásticas desechables vacías, tal como hoy las conocemos.
Parece que se trata de esos inventos que llegan al mundo para no cambiar, debido a que son tan prácticos, seguros y funcionales, que pocos se detendrían a pensar en cambiar el esquema; pero hay un problema común en la población, y es que muchas personas rehúyen al dolor ocasionado por la aplicación de las inyecciones. Por lo anterior, investigadores mexicanos del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) crearon un dispositivo láser para disparar líquidos a alta velocidad y perforar la piel sin dolor.
Rubén Ramos García, especialista en óptica y líder de la investigación, explicó que el aparato emplea un láser infrarrojo, cuyo haz se enfoca en una solución especial a base de agua para elevar su temperatura. “Básicamente se logra que el líquido rebase el punto de ebullición y llegue a 300 grados centígrados; el fenómeno se produce tan rápido que el agua no tiene tiempo de hervir y se genera el llamado «súper calentamiento», en el que la solución se transforma en vapor de manera explosiva en aproximadamente de 20 a 50 microsegundos. De ese modo se forma una burbuja que se expande y desplaza el líquido objetivo hacia afuera de un contenedor”, indicó.
Para conseguir que el líquido sea disparado, los investigadores adaptaron un pequeño canal, que al reducir su diámetro incrementa la velocidad de escape a 100 metros por segundo.
El chorro de líquido expulsado solo puede ser visto a detalle mediante una cámara ultrarrápida, que logra de 100 mil a medio millón de tomas por segundo. Hasta ahora, se trata de un prototipo, pero ya hemos visto en publicaciones anteriores, que estos dispositivos médicos, están sufriendo transformaciones para mejorar. Resulta muy probable que las jeringas como las conocemos, sean reemplazadas por nuevos y mejores aparatos.