Aunque pudiéramos pensar que los implantes dentales son un asunto reciente, lo cierto es que desde tiempos prehistóricos el hombre ha buscado la manera de sustituir piezas dentales con materiales como piedras talladas, alambres, plomo o vidrio, con el fin de recuperar la función bucal. Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XX cuando por medio de avances científicos, fue posible colocar los primeros implantes modernos de oro-iridio, titanio y vitalio.

En 1982, cuando Per-Ingvar Brånemark, conocido como “el padre de la implantología dental moderna” descubrió la oseointegración entre el titanio y el hueso, se revolucionó el campo de los implantes, abriendo paso a la carrera por los implantes con nuevos modelos y diseños en titanio.

En un principio, sólo pocos profesionales pioneros realizaban el trabajo: especialistas en estomatología con experiencia quirúrgica o cirujanos orales y maxilofaciales. Los costos eran elevados y se limitaba el acceso al tratamiento sólo a personas con altos ingresos económicos.  Hoy, existen más de 150 marcas de implantes dentales en el mercado y cada vez más, un mayor número de odontólogos con mayor o menor experiencia, realizan el tratamiento en sus pacientes, una mayor oferta ha provocado una disminución de costos, sin perder la calidad de los materiales. El implante proporciona el repuesto de los dientes y permite el aspecto y la función de los dientes que se restablecerán, incluyendo el estímulo del nuevo crecimiento del hueso por debajo el diente.

Sin embargo, no debe perderse de vista el hecho de que los implantes dentales son dispositivos médicos implantables y que como cualquier otro dispositivo, implican un riesgo de uso; aunque son raros y menores, es necesario que el paciente conozca toda la información al respecto.

  1. Integración. Es probable que el  implante pueda caerse o aflojarse, pero mediante una pequeña intervención, este problema tiene solución. Cuando el implante no se puede colocar en el hueso suficientemente firme como para ofrecer la estabilidad primaria del implante, hay un riesgo de falla creciente de la oseointegración. 
  2. La oseointegración se define como la conexión íntima, directa, funcional y mantenida en el tiempo, entre el hueso y un implante sometido o no, a carga. 

Los antibióticos profilácticos se dan generalmente antes del procedimiento de la implantación, pues éste puede ayudar a reducir el riesgo de falla del implante por un tercero. Si el hueso no se fusiona lo suficiente, el implante debe retirarse, se debe limpiar el hueso y, en aproximadamente tres meses, se podrá intentar realizar el procedimiento nuevamente.

  1. Infección: Todos los instrumentos utilizados deben estar perfectamente esterilizados. Puede observarse un absceso, fístula o supuración.
  2. Daño del nervio: Esto causa dolor, entumecimiento o parestesia en los tejidos circundantes (e.g dientes, gomas, labios o la barbilla)
  3. Necrosis del tejido: Las células en la solapa del tejido alrededor del implante pueden morir en aproximadamente 1 de cada 20 casos.
  4. Recesión gingival: El gingiva al lado del implante dental puede retroceder para exponer el estribo del metal que espera en el lugar prostético.

Antes de colocar un implante, debe prepararse al paciente y eliminar problemas dentales para aumentar la probabilidad de éxito del implante: caries, enfermedad periodontal activa, diabetes no controlada, son factores de riesgo, que de no tratarse de manera adecuada pueden implicar complicaciones para el paciente.

Por: Dalia Solano.

Fuentes:

News medical life science.
Riesgos de implante dental.

Mayo Clinic.
Cirugía de implante dental.