Los bioimplantes son materiales de origen humano, vegetal o animal, que se obtienen después de la conservación o tratamiento para reemplazar tejido y que se insertan en alguna cavidad del cuerpo, representan un gran avance tecnológico, pues se trata de una herramienta ampliamente utilizada en la medicina moderna, usada en especialidades con distintos fines, como traumatología, cardiología, odontología o cirugía estética, entre otras.
La fabricación de bioimplantes requiere un proceso amplio de selección y evaluación de materiales, la longevidad de ellos es un punto importante, puesto que se encuentran en contacto con tejidos vivos, la compatibilidad es un aspecto esencial, pues el paciente se encuentra expuesto a rechazar el bioimplante o a desarrollar algún proceso infeccioso mientras se adapta al cuerpo humano.
Los bioimplantes se han establecido como una alternativa a los implantes tradicionales, ya que gracias a los aportes de bioingeniería, los dispositivos se vuelven más seguros y eficaces. El primer trasplante del que se tiene información, es de una mujer de la prehistoria que presentaba el falange de un dedo insertado en una cavidad molar derecha. En la edad antigua, los egipcios utilizaban dientes de otros humanos o metales preciosos para insertarlos en la mandíbula, en la edad media, se unían con hilos de oro los dientes que se habían caído.
Los bio-implantes comenzaron a utilizarse desde la década de los 40, tiempo en el que se usaba silicona líquida, ya que por sus propiedades físicas podía desplazarse o absorberse en el organismo. Posteriormente, se utilizaron también ácidos grasos de origen animal y vegetal, con el fin de producir irritación en los tejidos y que al ser inyectada, dicha irritación produjera una cápsula fibrosa que la fijara en el sitio inyectado. Ya a inicios de los años 50, se usó una variedad de silicona en forma de gel de doble enlace, se utilizaba, sobre todo, en los senos, una sustancia conocida como “la grasa natural de Akiyama” en honor al cirujano japonés que la descubrió.
Los avances han sido tan significativos que en 1953, se implantó el primer corazón artificial. Un año después, un marcapasos en un paciente. En el 2011, en Suecia, se implantó la primer tráquea artificial; un implante de sustancia híbrida, ayuda a tratar la degeneración de la capa sensible a la luz en la capa posterior del ojo, primera causa de ceguera en la población mayor de 60 años, implantes medulares, en iris, y muchos otros, contribuyen a mejorar las condiciones de vida de pacientes que ya presentan algún tipo de enfermedad asociada a la degeneración de algún órgano o tejido.
Hoy, la nanotecnología abre la puerta a un abanico completo de posibilidades en bioimplantes, incluso el sector, incursiona en el campo del entretenimiento. El creador del atari, asegura que con el paso del tiempo, la mayoría de la población contará con un bioimplante para realizar llamadas, enviar mensajes o establecer llamadas telefónicas.